jueves, 20 de diciembre de 2012

ME ACABO


Podría contentarme con la mediocridad,
con sentir como siente un ser gris o reglamentario,
como esa multitud de todos  los que cada día
cortejan los débiles rayos de sol.
Podría ser como ellos,
similar a aquéllos que no me miran
en paridad, a todos esos cuerpos inertes
que encuentro cuando velo
a todos lados -en esos instantes
en que cada cual aparta la mirada hacia un rincón perdido-
o sucedáneo de los que no osan entremeterse
hacia dentro de mi membrana, muy adentro.

Pero eso  me acabaría lentamente,
como me está acabando ahora
cuando mis lágrimas me consumen
y no me permiten pensar que todo se reduce
a una estaba más.
Porque son ya demasiadas etapas, excesivas,
hondas y oscuras como aciagos abismos,
y ya es tiempo de encontrar la raíz,
el origen de todas las  caídas,
aunque ignore  el momento preciso para retornar
a este presente que ya parece no alimentarme.

Si pudiera acompañarme el valor desprovisto
del calor de una copa de vino,
mañana sería diferente.
Y podría partir hacia otras esferas,
en busca de hogares donde aventurarme
en los vacíos de la no posesión.
Aunque  no sé si entonces bastarían
mis sólos compendios, entre tanto desierto, 
para darme todo el sustento, el tiempo necesario
o la simple cura para todas mis congojas.
Porque quizá, en la tranquilidad de su mecimiento,
desearía regresar al trecho de todas estas batallas,
tantas que librar y tantas otras que derrochar.

© Juana Fuentes 


miércoles, 12 de diciembre de 2012

PRINCIPIO Y FIN



A veces me pregunto
si podría alcanzar para estar vivo
con tener solo una duda,
amar a nadie más que a otro par
o escribir un único poema. Incluso acoger
la humildad tibia de una mera respuesta
de entre todas las que me está permitido
aguardar.

Y si eso fuera posible, sabría, en la claridad
de ese franco suceder de las madrugadas,
que principio y fin son la misma cosa
y que en mí confluyen todos los ríos,
y que en mí desaguan, como en un lecho unitario.

Pero hay sobradas preguntas para urdir,
cuerpos dispares a los que poseer,
miles de versos por trazar…
Aunque  en medio de todas las voces
solo un sonido pueda
acompasarse a mi súplica rendida.

Y es su eco, su búsqueda constante,
la estría que forjará el atajo hasta el último hálito,
para ser la única comitiva
cuando entonces no haya luz que divisar
ni queden ya preguntas aplazadas.

© Juana Fuentes




domingo, 9 de diciembre de 2012

Fragmento de "Los enamoramientos"

Brillante Javier Marías en esta novela, llena de reflexiones sobre la muerte y la inconveniencia de que los muertos puedan volver, el amor, la espera...

Cuando uno desea algo largo tiempo, resulta muy difícil dejar de desearlo, quiero decir, admitir o darse cuenta de que ya no lo desea o de que prefiere otra cosa. La espera nutre y potencia ese deseo, la espera es acumulativa para con lo esperado, lo solidifica y lo vuelve pétreo, y entonces nos resistimos a reconocer que hemos malgastado años aguardando una señal que cuando por fin se produce ya no nos tienta, o nos da infinita pereza  acudir a su llamada tardía de la que ahora desconfiamos, quizá porque no nos conviene movernos. Uno se acostumbra a vivir pendiente de la oportunidad que no llega, en el fondo tranquilo, a salvo y pasivo, en el fondo incrédulo de que nunca vaya a presentarse.