lunes, 23 de junio de 2014

Cosas que te diría

                                         A Francisco y Eva

                   "Los días en que has visto
                    una sola huella sobre la arena,
                    han sido los días
                    en que te he llevado en brazos".

                     Anónimo
                    Extraído del libro "Gracias Swami",
                    de Cándida Avanni



I. 
He aprendido a caminar 
con mi mano cautiva de la tuya,
y es posible que no supiera ya hacerlo
si adelantara a tus pies los míos
o si avanzara torpemente
intentando seguir tu rastro.
Si acaso alguien encontrara 
unas huellas solitarias
que pudieran ser las mías,
podría decirle con certeza
que son las que dejé, sin remedio, 
señaladas una noche en la tierra,
mientras te alzaba en mis brazos
rebosante de júbilo y gratitud
al recibir este regalo
que, finalmente, y de tu mano, 
ha concedido hacerme la vida.

II. 
Sembré tierras y campos, 
aun a riesgo de su infertilidad.
Y miraba al cielo, cada día, 
aguardando el milagro de la lluvia.
Llena de aliento, acechaba a los pájaros
buscando sus ojos y sus alas.
Escuchaba su canto, 
su voz gozosa
en el alba; su gorjeo afligido
al derrumbarse la tarde.
Y todos los días, todos, yo seguía sembrando. 

Qué espléndidos frutos trae hoy
la cosecha; qué frutos tan deliciosos
que ya no esperaba: había olvidado
que alguien me dijo que, tarde 
o temprano, acabaríamos un día
recogiendo todo lo que, pacientes,
habíamos ido sembrando.

© Juana Fuentes



domingo, 15 de junio de 2014

De la tristeza y otros trámites

                         Y apura
                         el fulgor del relámpago.
                         Después,
                         tiempo tendrás para seguir muriéndote.
                         Eloy. S. Rosillo- “El fulgor del relámpago”

                                    No dejes
que miren con añoranza tus ojos 
los días que te arrancó el verano, 
ni que tus dedos se detengan 
a dibujar de nuevo el borde 
de alguna sombra 
mendigada a tus sueños.

                                    Observa
la belleza de un pájaro en su vuelo;
de una hermosa puesta de sol, su luz intensa.
Abraza también el perfume 
impregnado en el tronco de un árbol.
Y mira y huele esos dones
con la gratitud de quien sabe
que presencia un milagro.

                                    Permite
que sea la tristeza 
sólo un simple trámite, un preludio
necesario de silencio para las horas
que llegarán cargadas
de gozo.

                                   Y apura,
cuando te alcance,
el fulgor de cualquier acaso 
que pensaste inconcebible.
Apúralo con conciencia.
Que fecunde su brillo 
con tal exaltación tu memoria
que ganas no te queden,
después,
de seguir muriéndote.

© Juana Fuentes




domingo, 1 de junio de 2014

Mis ojos inservibles

Esta tarde, cuando por un instante
se me escapaba
-y tú con ella-
la vida, la he visto pasar
frente a mí con los ojos
sobrecogidos
de aquel que no comprende
lo que unos segundos de claridad
pueden mostrarle.

Han sido ellos, mis ojos,
nublados como lucernas de un barco
desorientado que sólo gobierna
la tempestad,
los que me han mentido al negarme
que pueda subsistir la dicha
si no hay dolor que la realce.

Y ya sin agua que derramar,
se han empequeñecido
-y yo con ellos-
como esos objetos inservibles
que quedan guardados en un cajón
que nadie se acordará de abrir
en muchos años.

© Juana Fuentes