viernes, 3 de julio de 2015

TARDE LLEGAS, TRISTEZA


Tarde llegas, tristeza, 
a enmarañar de arena 
estos ojos.
Si hoy he llorado, 
de sólo puro amor ha sido,
al ofrecer a ese dios caprichoso
que a su antojo dibuja el devenir 
mi ser, mi vida a cambio de la intacta alegría
de los míos, la de los de mi sangre
y la de quienes agarraron mi alma,
incluso la de aquellos
a los que, con inocencia, comprendo.

Cruzaría el oscuro túnel a tientas
sin saber si al final encontraría
la luz o quedaría mi alma para siempre
suspendida en la sombra
cual estatua de sal, liviana,
como las plumas de un ángel
a las que no hundiría con su ley
la gravedad.

Y de este modo podría irme con sosiego,
si además me jurarais
que aun con vuestros cansados
pasos sobre la tierra,
la alegría que os inundara 
sería idéntica a la de esa estatua
suspendida bajo las nubes
esperando desempolvar sus ojos
para que alguna luz los ciegue.

Juana Fuentes




domingo, 21 de junio de 2015

MESA PARA DOS

Sobre la mesa desgranaba el pan
mientras con pulcra lentitud
se llevaba los trozos a la boca.
Un rebozo de fría
provocación envolvía sus ojos 
sin que en ningún momento los desviara de mí.


Las migajas quedaban esparcidas
en el mantel debajo de sus manos
con ligero descuido,
y yo no dejaba de imaginar
que lo que yacía sobre la mesa
bajo el ángulo poliédrico de su mirada,
debajo de sus manos,
derramada y deshecha
en multitud de restos de distinto grosor,
era mi alma.

Juana Fuentes




martes, 7 de abril de 2015

Derecho a devolución



En Suiza morir es fácil
y barato.
Sesenta y cinco euros y anotan
tu nombre en un registro.

Pero habrá que justificar
lo injustificable:
“¿Tiene usted una paraplejia?
 ¿Acaso una enfermedad terminal?
¿Parálisis cerebral, quizás? “
“Nada grave en el cuerpo.”
“Va a ser entonces imposible.”

“¿Y si sólo tuviera el alma rota
o tarada o simplemente quisiera
cerrar los ojos
y abrirlos en otro lugar?”
“No sabría decirle. Vuelva otro día.”

En Suiza morir es fácil
y barato.
Hasta para morirse con conciencia
existe la publicidad engañosa.
(Y cuánta burocracia, 
aunque lo que uno sólo quiera
sea devolver el alma exhausta).

Juana Fuentes


domingo, 14 de diciembre de 2014

Memorial de las flores

                   Llega un aire perfumado, caen mis lágrimas;
                   estoy solo; mis amores están lejos...
                   Juan Ramón Jiménez- Nocturno


Se han cerrado las flores arrostradas
en el  huerto. El polen sobrevive
arañando la finísima lámina
de sus cáscaras de seda desteñida,
esparcidas ahora por el suelo
como linternas del cielo que ya hubieran
cumplido su función.

Y como si del  mismo polen
de esas yemas vacías se tratara,
también hoy quiere abrirse paso
la memoria encerrada entre  los huesos.
Sin apenas violencia, sin roturas,
porque nada queda por romper
de una carne que con tanta insistencia
acabó de marchitar la vida.

De la memoria, es su afán engañoso
que volvamos atrás para atrapar  las flores
de ese tiempo que llega del pasado,
apretándolas firmemente bajo los puños
hasta que nos duelan los dedos.

        No es  el futuro ya un regalo,
        no quedará vida bastante
        para espigar con las manos abiertas
        con el riesgo de su derroche.

Nos incitará a plantar de nuevo las semillas
que, en su semen tan frágiles, fueron disipando
las estaciones.
Pero ya no crecerán las flores en el huerto.

Juana Fuentes




lunes, 10 de noviembre de 2014

La justicia de los dioses

                         Lo han enviado por si existiera
                         alguien más ahí fuera
                         Pedro Flores.- "Años luz"

                                         

De aquella noche
de fiesta y hermandad
de hace veinte años casi,
recuerdo sólo
que era una tibia noche
como eran entonces las de junio,
pero ignoro qué estrellas suspendidas en lo alto
mantenían sobre nuestras cabezas
una disputa sin sentido.

Disparé una áspera respuesta
a su pregunta y a esos ojos
que por primera vez
yo veía y que, aun afables,
me miraban inquisitivos.
Si hubiera tenido la decepción
un rostro, probablemente habría sido el suyo.

Olvidé después aquella noche
hasta que unos años más tarde
un ser misericordioso vino casualmente
a refrescar mi memoria.
Y yo me justifiqué culpando a las estrellas.

Pronto busqué a aquel extraño 
y pronto le encontré en el universo 
de las ventanas virtuales y de las voces sin sonido.
Y desde entonces sus ligeros y dulces alegatos,
sus siempre reconfortantes palabras,
y esa sonrisa que, no pudiendo advertir mis ojos, 
tan fácilmente se vislumbra.

Se arrepintieron los cometas de aquella noche
ya lejana, me digo con frecuencia,
o acaso es que vino algún dios
a poner orden entre el caos.
Será cierto entonces que aún hay dioses 
que imponen la justicia que con tanta insistencia
los mortales perturbamos.


Juana Fuentes




sábado, 1 de noviembre de 2014

El señor y el vagabundo

Mira a ese hombre y su perro.
No importa que sea febrero y que apenas alcance 
la manta mullida  por el polvo amontonado 
para abrigarle del hielo de las noches: 
el cuerpo cálido del perro consigue cada mañana 
reanimar sus manos.

Pareciera que fuera el animal el dueño, 
el que en las noches designa y reconforta  
la cueva improvisada en cualquier escondrijo 
de una calle solitaria; el que aleja los peligros 
que interrumpen el pasar indolente de las horas; 
el que -y no lo dudemos- acerca el sustento
a esa casa sin tejado: no es la compasión 
de las personas dadivosas hacia el pobre infeliz 
la que procura la limosna -demasiada indigencia
en este mundo descosido-, sino un doblegarse 
a la belleza indiscutible que carga el animal sobre su espalda 
y, más allá de su lomo, a la que se evidencia 
en la piedad de sus ojos.

Y si el perro pudiera pronunciar palabras,
sólo podrían brotar las de gratitud de su boca, 
aunque no hacia todas esas gentes presuntamente generosas 
o a la mano del amo parsimonioso que siempre aguarda la tarde
para alimentarlo, sino a la misma vida, la que día tras día 
le proclama héroe de esta historia,  
la misma vida que tarde o temprano
habrá de abandonarle.

Juana Fuentes





jueves, 24 de julio de 2014

Se llamaba simplemente Jon

Solía pronunciar el nombre de aquel amigo con una exagerada solemnidad, deteniéndose en cada una de sus sílabas, como cuando saboreaba lentamente, sorbo a sorbo, una copa del más espléndido vino.

Cada vez que mencionaba su nombre y comenzaba a relatarme alguna anécdota, yo me distraía pensando que sólo lo apreciaba por su éxito social y la fortuna acopiada en sus cuentas bancarias, el fastuoso palacete en el que vivía e, incluso, el regio uniforme de los sirvientes que lo atendían.

Cuando remarcaba con tanto énfasis cada sílaba de ese nombre, de alguna manera estaba alimentando sus ansias de llegar a tener, algún día, todo lo que él poseía, y de que los demás también pronunciaran el suyo de aquella forma tan ceremoniosa, con esa misma gravedad. Pero su nombre propio era insuficiente y no admitía una expresión tan ampulosa, pues se llamaba simplemente Jon, como si acaso la vida hubiera querido concentrar en ese parco apelativo toda su riqueza y su pobreza.

Y yo siempre me ensimismaba en esos pensamientos y apenas le escuchaba. Tal vez sea ese el motivo por el que hoy ya no puedo recordar los secretos de ese hombre poderoso y que, con tanta frecuencia, mi amigo, el de tan escaso nombre, me desvelaba.

Juana Fuentes