Qué inoportuna sería la muerte
Si viniera a cambiar mi fortuna
Por la felicidad de los cielos!
"A Chloris"- Théophile de Viau
Nunca fue mío el perfume del escaramujo negro
que se adosa a la pared de tu huerto.
No pude atraer su aroma inconveniente. Y huí,
desechada, para hostigar el vaho suave
y complaciente de los jazmines que crecían
en otros patios.
Quise desmembrar la luz pálida y desnuda
de esos frágiles tallos y descomponer
su humilde contorno. Y los prendí en mi nariz,
una, otra vez, confiando en que aquella esencia tenue
obrara el milagro de enterrar en un solitario páramo
el rastro de la lóbrega sombra de tus rosas.
¡Pero malgasté tantos, tantos jazmines blancos!
Aquellas bayas persistieron, empecinadas,
en tu huerto, esperando a que otras manos
volvieran a pasar frente a la verja que lo celaba.
Y así, un día vino Chloris para despojarme de tus rosas.
No quiero detenerme otra vez
junto a la reja que orilla tu jardín. Pues si lo hiciera,
desearía alargar mis dedos para robarte
una de esas flores negras de agudas
y curvadas espinas. Y querría entonces pintar
de rojo sus pétalos con la sangre que brotara
de mis yemas, al intentar retenerla
apretándola, firmemente, contra mi pecho.
© Juana Fuentes
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