Erramos
por años, vagabundos olvidados,
contra el tosco cemento de las calles.
Decidía nuestra senda un frágil recuerdo,
una cercana sombra agazapada
a la hediondez de nuestra espalda:
orfandad en comunión afligida,
sombra y ser, invitados
al tenebroso baile
de las horas oscuras.
orfandad en comunión afligida,
sombra y ser, invitados
al tenebroso baile
de las horas oscuras.
Pero el
sol un día vino a nacerse en nosotros.
Todo nos
sobró. Y de vino
rebosaron
nuestros vasos;
las
calles remediaron ser aquellos eriales
de
antaño para venir a derramarse con las
gentes
que dejaban
desnudas las salas de las casas.
No volvió
la lluvia para anochecer las frentes
y los ojos;
acaso para crecer la carne,
como crece
el pan cuando toca la leche tibia.
Y qué pequeñas hoy las grandes cosas de ayer.
©
Juana Fuentes
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