Hace un tiempo me pediste
que no olvidara besarte
bajo el muérdago
en el próximo diciembre,
y fingiera que mi pecho
adolescente, casi intacto,
alimentó alguna vez,
con su leche tibia e inútil,
un cuerpo diminuto.
Pero hoy, un ferroso aroma,
el hedor de la vejez
(acaso el de la muerte),
corteja mis manos,
agosta mis pechos.
Y me humedece en la añoranza
de viejos retratos y reliquias.
Veo entonces, aquietado
en una imagen, un gesto
(no sé si es risa) inocente
y ancestral.
Y de nuevo viene la emoción
a derramarse en la orfandad
de mis ojos, ahora postrada
ante esa mueca desnuda,
a pesar de lo lejano
del rumor de aquellos días,
que nada fueron, y que debieron
diluirse en apresuradas despedidas.
© Juana Fuentes
Me ha llegado con una suavidad increíble. Es un poema que a pesar del fondo (cómo lo diría) melancólico (no sé bien si es la palabra adecuada), está mimado, envolviendo las palabras en ternura.
ResponderEliminarEs un placer leerte. Me gusta mucho como escribes.
Un beso, poetisa.
Pero qué linda eres...No sabes cómo me halaga que me diga esas cosas alguien tan especial como tú.
ResponderEliminarMuchos besos.