Viviste sometido a los estíos,
deseoso del mar y de su sal,
de su sabor a roca rancia,
persiguiendo los rastros
que las conchas holladas
esculpen en los limos
dejados por las olas al marcharse,
cuando se afloja la marea.
E hiciste de los barcos escorados
tu casa, del horizonte tu patria,
y de tus certezas axiomas
guardados en botellas
impacientes por tocar otros dedos.Presiento que la sal cerosa
de aquellos mares estivales
ha sido el agua bautismal
que cauterizó tus heridas,
las que te fue dispensando la vida
en esos ciclos tan irremediables.
Quizá aún queden en tu boca restos
de aquella salmuera. Acaso sea esa sal
la que habrá de calmar mis sajaduras,
cuando los poetas románticos
acudan para inundar el otoño
con versos de amor y esperanza.
© Juana Fuentes
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