miércoles, 16 de julio de 2014

La mutua simpatía

                                  A Dolores Celdrán

A veces uno no se explica cómo es posible 
que sin que apenas medien las palabras, 
aflore y se sostenga eso que llaman
“la mutua simpatía”.

Sólo sé que bastó con mirarnos
entre tu silencio y el mío
para presentir que ese manto verde
que se derramaba de tus ojos
debía de ser un confortable lugar
para que la amistad se alojara;
que eras como la copa encendida
de uno de esos árboles tan regios
que atraen hacia su luz reverdecida
a criaturas inquietas,
y las mecen con sosiego entre sus ramas
inmunes al viento.

Después se sucedieron diez años
entre más silencios y sinceras sonrisas sin mueca,
hasta que - y de nuevo sin apenas palabras-
supe que el destino nos unía.

Y han transcurrido otros tantos hasta hoy
en los que el cálido silencio fue dejando paso
a las palabras sentidas,
incendiadas de aliento y de luz.
Pero ahora se aproxima el día en que habremos 
de festejar las despedidas.
Habré de contener las lágrimas
para que desde ese mismo instante,
e indefinidamente,
sin contención entonces,
sin apenas medida,
se desboquen todos los recuerdos.

© Juana Fuentes



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